viernes, 30 de enero de 2009

Mi canción

Mis palabras no son lo único que quiero compartir con vosotros, también quiero que conozcais algo más de mi, como mi música, asi que de vez en cuando, como hoy, voy a subir canciones, como esta, una de mis preferidas, de hecho la que creo que es mi favorita:
My Immortal, de Evanescence



Im so tired of being here
Suppressed by all my childish fears
And if you have to leave
I wish that you would just leave
cause your presence still lingers here
And it wont leave me alone

These wounds wont seem to heal
This pain is just too real
Theres just too much that time cannot erase

When you cried I'd wipe away all of your tears
When you'd scream I'd fight away all of your fears
I held your hand through all of these years
But you still have
All of me

You used to captivate me
By your resonating life
Now Im bound by the life you left behind
Your face it haunts
My once pleasant dreams
Your voice it chased away
All the sanity in me

These wounds wont seem to heal
This pain is just too real
Theres just too much that time cannot erase

When you cried I'd wipe away all of your tears
When you'd scream I'd fight away all of your fears
I held your hand through all of these years
But you still have
All of me

Ive tried so hard to tell myself that youre gone
But though youre still with me
Ive been alone all along

When you cried Id wipe away all of your tears
When you'd scream Id fight away all of your fears
I held your hand through all of these years
But you still have
All of me, me, me...


Espero que os guste tanto como a mi, para mi no hay una cancion más dulce

miércoles, 21 de enero de 2009

La leyenda del fuego

Por ahora voy a esperar un poco para escribir más sobre "La promesa de un sueño", para ver si regresa mi musa, pero mientras tanto, quiero publicar un cuento que me gusta mucho. El original no es mio, es de Buttercup, de farsalia.com. Se titula "La leyenda del fuego".


Hace mucho tiempo, cuando ni el sol ni la luna se habían creado y del cielo no colgaban todavía las estrellas, el mundo estaba sumido en la más absoluta oscuridad. Por aquel entonces sólo vivían en nuestro planeta seres mitológicos como los elfos, ogros, enanos, etc. Para ver utilizaban antorchas y los árboles estaban desnudos, sin hojas ni flores que adornasen sus largas ramas, que se alzaban hacia el cielo, como si buscasen la luz para poder ser más que unos simples troncos que no daban señales de vida. Era pues, un planeta triste y silencioso.

Cierta vez, el dios que reinaba sobre los elementos, se enamoró de un hada de extraordinaria belleza. Cuando su amor se vio correspondido, se casaron, a pesar de que estaba muy mal visto entre seres de distinta raza. Ellos eran felices, pues se tenían el uno al otro, pero el hada deseaba ser madre y se empezó a sentir muy desdichada, porque sabía que era imposible. Todo esto lo supo una ninfa amiga suya (por aquel entonces la amistad entre hadas y ninfas era frecuente) y le propuso un trato: podría tener hijos, pero todos pertenecerían a la raza de las ninfas. El hada aceptó, pues su deseo de ser madre podía con cualquier impedimento.

Pasó el tiempo y el hada quedó encinta. Luego llegó la hora del parto. Primero nació una ninfa que tenía el don de la belleza y que representaría el elemento del agua. Luego otra que sería muy inteligente y que representaría la tierra. Poco después, nació la ninfa del aire, la más ágil y rápida. Y por último una que sería la más bondadosa, cuyo elemento era el fuego.

Las cuatro ninfas de los elementos fueron criadas por sus padres y tuvieron una infancia muy feliz. Cuando se hicieron mayores, su madre las envió para que convivieran con el elemento de cada una y éstas partieron a los pocos días.

Un año después, las cuatro hermanas se encontraron. Después de multitud de abrazos y risas, decidieron contar cada una su experiencia. Habló primero el agua, la primera en nacer:

- Yo he visto manantiales y cataratas. He visto el rocío de la mañana y la fresca lluvia. Me encanta el elemento que represento.

- Pues yo -dijo la tierra, que era la siguiente- he visto grandes montañas. He entrado en bellas cuevas y me he tumbado en la fina arena de la playa. Mi elemento es hermoso.

- Yo, como ninfa del aire -dijo la siguiente- he oído ulular al viento y lo he sentido acariciando mi piel. Ha jugado con mis cabellos, ¿no es maravilloso?.

Las tres ninfas, que ya habían acabado su relato, callaron, esperando oír la historia de su hermana. Como no decía nada, le preguntaron:

-¿Y tú qué has visto?, ¿cómo es el fuego?

Ésta aguantó las lágrimas, horrorizada de la experiencia que había vivido. Pero decidió compartir su congoja con sus hermanas.

- ¡Ha sido horrible! He visto monstruosos rayos que rompían en el cielo y que hacían temblar todo con su sonido. He visto a las llamas quemar los bosques y casas, destruyendo todo a su paso y matando a mucha gente. Lo he pasado muy mal. Odio el fuego, ¡lo odio!

Sus hermanas, que eran crueles y no sentían compasión le, respondieron:

- Eres pues, un ser malvado. No te queremos con nosotras y nadie querrá estar contigo. Deberías irte lejos de aquí. Eres una deshonra para nuestra familia.

Al oír esto, la pobre ninfa del fuego se fue, llorando sin consuelo. Sus hermanas pensaron que moriría de dolor y, al poco tiempo, volvieron a casa. Sus padres las recibieron con gran alegría, pero echaron en falta a su hija pequeña. Cuando les preguntaron por ella, las tres ninfas mintieron y dijeron que no la habían visto.

La madre decidió salir a buscarla y a todo el mundo le preguntaba por su hija perdida. Un ser pequeño, redondo y de grandes ojos había estado presente en el encuentro de las cuatro ninfas y se lo contó todo.

El hada se marchó llorando al enterarse, dando a su hija por muerta y decidió castigar a sus tres hijas. Creó las inundaciones, los terremotos y los huracanes y las ninfas se sintieron muy desgraciadas.

Pero la ninfa del fuego no había muerto. Cuando se separó de sus hermanas voló y voló hacia el cielo, como queriendo huir de aquel mundo. Y cuando no pudo más y se creyó morir, una luz inundó todo su cuerpo, una luz tan grande que alumbró la Tierra, aunque la había dejado muy, muy atrás. Y la estela que dejó mientras volaba se convirtió en lindos luceros. Así pues, se había transformado en el sol y su rastro en las estrellas. Y con su luz en los árboles brotaron hojas, frutos y flores de todos los colores y muchas plantas muy diversas. Nacieron multitud de animales y la Tierra se convirtió en un planeta hermoso. Cuando volvió a ver una tormenta se asustó un poco, pero su luz traspasó las gotas de lluvia y se deshizo en mil colores: el primer arco iris.

La ninfa del fuego no se volvió a sentir desgraciada, pues ella, el sol, era fuente de vida y disfrutaba viendo desde allí arriba todas las cosas bellas que había creado.

Su madre se sintió muy feliz, pues su hija había comprendido la importancia de su elemento, a partir del cual se obtiene todo lo demás, que le da vida a todo y que nos permite observar las maravillas de la naturaleza. Y para no perderla nunca de vista creó un gran espejo que reflejase a su hija cuando se escondía en el horizonte y le llamó Luna.

Hoy en día el sol nos inunda con su luz cuando es de día, y cuando éste se pone salen la Luna y las estrellas y todos miramos hacia arriba para contemplar tanta belleza.

Y es entonces cuando nuestra amiga se siente más feliz.


Bonito, ¿no creeis?

lunes, 19 de enero de 2009

La promesa de un sueño 3: Atardecer

Las olas le acariciaban los pies mientra caminaba por la orilla. Llevaba allí todo el dia, recorriendo la playa de arriba a abajo pensando en como podía alguien no sentir sin sentir un vacío. Entonces, cuando el Sol llegó al punto más alto y el mediodia descargó sobre él con toda su fuerza, echó a correr y saltó al agua. Nadó hasta llegar a la corriente que había alcanzado la noche anterior y se deslizó aún más allá. Había recordado algo que creía haber enterrado bien hondo, en un podo muy profundo sumergido bajo las olas, pero volvió con una fuerza decastadora y solo las olas lo podían aplacar.
Salió del agua al otro lado del estrecho que unía separaba su isla de una peninsula cercana, y se tumbó en la arena. Se empeñó en no sentir nada, pero no podía, las lágrimas afloraron a sus ojos y la arena a su alrededor se empezó a humedecer aún más de lo que ya estaba.
Moverse solo aumentaba el dolor y quedarse quieto le obligaba a pensar así que se durmió.
Se despertó cuando la espuma le hizo cosquillas, la marea había subido y estaba alcanzandolo. Se movió y se lanzó al agua, volviendo a su isla. Llegó unos minutos antes de que el atardecer cayera y entro en el bosque. Buscó el estanque que había soñado la otra noche donde la luna llena le había mirado a los ojos, y al llegar, entre los árboles se filtraban los últimos rayos del Sol. Encuanto este se ocultó, la luna quedó reflejada en el agua y esta vez, un rostro surgió del reflejo. Era ella, la mujer de su sueño.
Salió del agua, estaba mojada y temblaba de frio. Le dio la chaqueta que llevaba, porque era mejor que nada aún estando húmeda por haber estado todo el dia en el bosque olvidada y ella cubrió su cuerpo delicado y perfecto con la prenda. Abrió la boca, como queriendo decir algo, pero de su garganta no surgió sonido alguno. Entonces el la miró a los ojos y un torrente de emociones y recuerdos lo inundó, pero esta vez, no intentó contener las lágrimas. Se abrazaron y caminaron hasta el arbol donde él había dormido, pero esta vez para mirar el vacío que la luna había dejado en el cielo para visitar a la persona a la que amaba y al que solo en sueños había visitado hasta entonces, siempre en luna llena...

sábado, 17 de enero de 2009

La promesa de un sueño 2: Amanecer



Aquella noche vagó entre las sombras con la rosa en la mano.
Esta vez el sueño era diferente y el sabía que algo había cambiado en su interior, pero no sabía que. Caminó hasta el lindero y entró en la playa, caminó hasta la orilla y se lanzó al agua. Nadar de noche le tranquilizaba mucho y necesitaba tranquilizarse un poco.
Nadó hasta que la ciudad solo era un puntito brillante en el horizonte y el bosque una sombra sin forma.
Se dejó llevar por la corriente y llegó a la orilla otra vez, cerca de la laguna salada. Salió del agua y se revolvió el cabello para secarlo, caminó hacia la laguna y allí arrancó una de las rosas blancas que crecían mas hermosas que en ningún otro lugar todo el año.
Era extraño que crecieran en un lugar tan hostil para las plantas, pero parecía como si la sal les diera fuerzas en lugar de matarlas.
Justo en el momento en el que despuntaba el alba, extendió su brazo y lanzó las rosas al agua, donde flotaron y se confundieron con las estrellas y el cielo. Esa era su promesa.
Cuando se dio la vuelta, la luz del amanecer iluminó su rostro y le permitió ver como una sombra se deslizaba suavemente fuera de su vista, solamente vio una melena moverse como si fuese viento. Corrió hasta donde había estado su visitante, pero no había hueyas ni ninguna marca. Le extrañó no haberla sentido, el don de la empatía le hacía sentir todo lo que sentía alguien a menos de veinte pasos y ella, porque estaba seguro de que era una chica, no desprendía ninguna emoción. Se sentó en la orilla a ver como ascendía el astro rey y eclipsaba el brillo de la luna llena.

La promesa de un sueño 1: Luna llena


Esta es mi primera entrada, y quiero decir que me he animado a escribir este blog porque me gustan las historias y estoy intentando aprender a escribir las mias propias. Espero que a todo el mundo le guste esta primera que voy a escribir: La promesa de un sueño. Se divide en tres partes, espero que os guste y lo comenteis.



Era de noche, la luna brillaba en el cielo y al pie del arbol había un bulto entre las raíces que sobresalían. El chico se removio en sueños y desperto. Otra vez se había quedado dormido en el bosque, se dijo y se puso de pie y empezó a caminar.
Mientras caminaba llegó al estanque y miró el reflejo de la luna. Se dio cuenta de que nunca había estado allí en luna llena y se sonrió a si mismo. Caminó en dirección al arroyo y lo siguió hasta la desembocadura en la playa, donde se mezclaba con las olas. Siguió caminando por la orilla hascta que vio las luces del pueblo y se dijo a si mismo que prefería la calma del bosque, pero si no volvía a casa se iban a preocupar por el. Caminó hasta una casita en el extremo más cercano del pueblo a la playa. Picó a la puerta y entró cuando le abrieron. Dentro olía a un humo fuerte de leña y hacía calor, hasta ese momento no se había dado cienta de que fuera hacía bastante frio y se tapó el cuello con el jersey. En un sillón enfrente de un fuego de hogar estaba sentada una chica fabulosa, era muy guapa y tenía una sonrisa deslumbrante, solo sus ojos rompían la ilusión, porque de ellos destilaba una tristeza dolorosa. El ya conocía esa sensación, eran amigos y sus dones le permitían saber el dolor que ella sentía, de hecho, todo lo que ella sentía. Sabía que estaba destrozada por dentro, que la muerte era menos desoladora que estar así, pero aún asi el aguantaba, porque ella lo necesitaba y necesitaba que fuera fuerte por los dos. Se acercó hasta el sillón y ella se levantó, lo abrazó y lo invitó a sentarse. El escojió un comodo sofá de varias plazas donde se recostó mientras ella se volvía a sentar en su sillón. Juntos y en silencio se miraron el uno al otro y supieron que estaban un poco menos destrozados. El fuego se apagó de repente y la luz de la luna los iluminó. Una lágrima rodaba por el rostro de el, porque había recordado que seguía durmiendo entre las raíces del arbol y que ella solo era un sueño recurrente que le hacía sentirse mejor de vez en cuando. Pero entonces, se levantó y a su lado vió una flor, era una rosa negra... era una promesa...